DIEGO JIMÉNEZ
Quiero dedicar estas líneas a unos héroes, que aunque no hayan ocupado titulares de prensa y no estén en las pantallas del cine o en las de los juegos de nuestros adolescentes creo que se merecen ese calificativo: me refiero a esos nueve esforzados trabajadores de la clausurada factoría cartagenera de Española del Zinc (Zincsa), que, durante, veintinueve días (con sus correspondientes noches) han mantenido un encierro en la catedral de Murcia en demanda de algo tan elemental y justo como su derecho constitucional a un puesto de trabajo. Veintinueve días con la duda permanente de saber si su postura de fuerza -motivada por su situación de paro forzoso, en un conflicto laboral al que calificaron como el más largo de España y que se eternizaba demasiado, sin que nadie (empresa y Administraciones) aportara soluciones- iba a servir para algo. Veintinueve días alejados de sus seres queridos, teniendo únicamente por compañía la oscuridad tenebrosa de la catedral, cuando las puertas del templo se cerraban a cal y canto cada tarde. Las mismas tinieblas que, con seguridad, anidarían en sus mentes muchos de esos días de encierro, antes de recibir la compañía animosa, estimulante y reconfortante del amigo y compañero Cristóbal Crespo, sin el que, con seguridad, los ánimos y las ganas de perseverar en su postura hubieran flaqueado en más de una ocasión. Veintinueve días de zozobra y de angustia, pero también de momentos gratos, cuando comprobaron que la palabra solidaridad, ese vocablo denostado por muchos y olvidado por tantos, se materializaba en esas visitas esporádicas de gentes que les querían aupar más en su gesta.
Quise conocer a esos héroes en persona. Y acudí una mañana a su encierro, provisto de mi cámara y mi bloc de notas, para inmortalizar, en una humilde crónica destinada a mi blog personal y a otros medios digitales con los que colaboro, la gesta de estos compañeros valientes, luchadores y perseverantes. ¡Ojalá les hubiera conocido antes! Esa mañana estuve con ellos dos horas escasas, pero les aseguro que, aun no habiendo consignado sus nombres en mi agenda ni en mi lista del teléfono móvil, de aquel contacto ha quedado una amistad, producto de la admiración que sentí ante su gesto, una actitud que está sirviendo de ejemplo para otros muchos trabajadores, como los de la empresa Bolidén, en Sevilla, afectados, como mis amigos de Zincsa, de eso que llaman Expediente de Regulación de Empleo (ERE).
Estuve con mis amigos de Zincsa también la tarde en que me comunicaron que se había producido un principio de acuerdo con la consejería de Empresa, acuerdo que daría alas al proyecto de construcción de una planta de paneles solares fotovoltaicos en Los Camachos (Cartagena) y abriría el camino, en el futuro, al desarrollo de la Ciudad del Zinc en esos mismos terrenos. Viví con ellos la alegría del momento, mezclada con unas cervezas, en la Plaza de la Cruz. El fin del encierro se materializaría al día siguiente. Tras recoger sus mochilas, acompañados de sus esposas y seres queridos, rodeados de sus amigos y con la presencia de los líderes sindicales y políticos, dejaron la catedral. Pude comprobar la emoción contenida en sus rostros, la ilusión por la nueva etapa laboral que se les abría. Pero, sobre todo, pude ver en esos rostros la imagen de unos héroes a los que la sociedad murciana, en general, no les prodigó el reconocimiento que se merecen por esos días de gesta. El mío y el de tantos y tantos amigos y compañeros del Foro Social, de los sindicatos y de los grupos políticos que les han apoyado, lo tienen, por descontado. Les quiero enviar, desde aquí, un fuerte y emocionado abrazo a mis amigos de Zincsa.
didac_mur@yahoo.es
Diario la Opinión, Martes 21 de julio de 2009
martes, 21 de julio de 2009
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